

Caminar siempre al borde del abismo, aferrada como cabra a la roca para no caer por el despeñadero, no es tarea fácil.
Creerse el cuento de que te salieron alas y ver como te vas convirtiendo en polilla, tirándote cual kamikaze una y otra vez contra la ampolleta que las quemará.
El calor, luego el frío, toda la luz y luego toda la sombra. Dormirte plena y al otro día despertar con un cráter donde hasta ese momento habitaba tanto. Caes en el sin sentido, dejas de escuchar la sinfonía que sonaba en tu alma. a ratos desafinada otras cual ópera italiana, sin embargo siempre había una melodía que te hacía sentir viva. Y ya no la oyes. Y te vas quedando sorda en el centro del pecho, donde antes estaba tu corazón latiendo.
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