
Un día de full smog puede sorprendernos con un Santiago rojo y de belleza inigualable. Como el de esta imagen, donde justamente la contaminación, enemigo que sale a pasear con más frecuencia en invierno, cual culpable arrepentido nos regala, como premio de consolación, atardeceres como este.
Paseando por la web encontré esta foto. Me hizo pensar en cómo al final de un mal día, tóxico incluso, puede recibirse una recompensa como esta. Bueno, últimamente me la llevo en eso: Pensando ¡¡¡Y ME CARGA!!!. Alimento a la loca de la casa (mi mente) que me lleva de una idea a otra. El único momento en que casi logro dejarla quieta es cuando estoy entrenando, feliz de sentir la vitalidad de cada músculo de mi cuerpo dejo de escucharla opinar y opinar. El resto del tiempo tengo que oírla sin parar. Pero ni modo que me vaya a vivir al gimnasio, aunque no me molestaria la idea, después de todo es ahí donde el mundo se detiene y no existe nada más que mi propio ser, alineado en un solo sentir.
Hoy le ha dado por decirme inquisitiva, Sole, no vas a llegar a ningún lado poniendo tu corazón en ese lugar. Es mejor que te enteres. Nada pasará. No te quejes después y no digas que no te lo advertí.
¡Puta la huea! ¿Y si la loca tiene razón? Y si no logro cruzar las barreras que existen. Y si termino adolorida y hecha mierda otra vez y si el príncipe se vuelve sapo y si y si........
Le digo que se calle la boca, que para mí vale la pena. Que me siento feliz navegando por estas aguas profundas, que me inspiran y reconfortan. Lo que no le digo es que el miedo no me ha abandonado ni por un minuto, que estoy cagada de susto, que a ratos quiero arrancar, pero me declaro incapaz, a pesar de realmente temer que tenga razón.
Soy una idiota. Y ella una loca. Mientras, sigo esperando que la contaminación me consuele con un atardecer anaranjado, en ese único lugar donde hoy quiero estar... y quedarme en un, aunque sea inventado, para siempre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario