
Afortunadamente a veces me ocurre que en períodos de profundo dolor logro viajar hacia mi interior, encontrando ahí la maravillosa oportunidad de conocerme mejor. Hoy sucedio, me descubrí derrumbada, pero en Pie. Entonces recordé esos juguetes que me gustaban tanto de niña, esos que cuando los empujaba caian y se volvían a parar en forma inmediata. Yo soy uno de esos. Un Mono Porfiado. La sobreviviente que habita en mí no se queda en el suelo. Eso tiene algo de bendita maldición. Por un lado energiza los procesos, dándome fuerzas para volver a estar en paz y alegría. Y por el otro me hace vivir una procesión oculta, que agazapada en mi erguida postura me deja convertida en jirones cuando menos lo espero. Recordando aquel juguete algo se aclaró, entonces acepté que sí me habían botado y aunque estuviera en pie, mi alma seguía tirada. A partir de ese instante comencé a levantarme otra vez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario