
Al mirar esta imagen podrías pensar que la mujer se está quemando irremediablemente. En cierto modo así es. Me he quemado una y otra vez, ardiendo en mis desesperanzas, en el fuego de este presente que no me da tregua. Sin embargo si pones atención un poco más profundo reconocerás al ave de Fénix que alza el vuelo de sus propias cenizas y renace una y otra vez. Esa seré yo a partir de hoy, una vez más.
No puedo dejar que la fisura me quebrante el alma y ese espíritu con el que vine al mundo, luchadora incansable de sus propias batallas. Han sido tiempos difíciles, sin tregua he tenido que enfrentar realidades crueles a la par que mis fantasmas despiadados. Estoy marcada por un estigma, es cierto, hasta ahora había convivido con él sin mayor dolor y mucho aprendizaje. No puedo permitir que la fragilidad de otro derrumbe todo lo que he levantado en torno a esta marca que no se irá por mucho que me parezca injusta. Y si hasta hoy lo viví con altura de miras y dignidad, no existe aún la persona que me quite ese modo de enfrentarlo.
Si puse mi corazón en apuesta y perdí debo tener el coraje de enfrentarlo y moverme de aquí.
Eso hago, dejo que arda hasta la última gota de arrepentimiento, pasión, amor, desengaño, desilusión, el fuego repara las fisuras que tus miedos me dejaron... y emprenderé un nuevo vuelo hacia mejores horizontes, que no dudo existen para mí.
He comenzado a elevarme, me retiro. Estoy volando otra vez.
Soy un ave Fénix.
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